
Creo yo que en la vida es fundamental aprender a ver un poco más allá de lo que tenemos adelante, de lo obvio. En la cocina pasa lo mismo, y es que es abrir una puerta llena de nuevas posibilidades que nos va a permitir jugar mas y ser también mas libres.
Claro que al principio puede ser todo muy confuso y complicado, pero todo cambio necesita un tiempo de adaptación. En algunos tarda más, en otros menos, pero todos necesitamos ese tiempo para entender como funciona lo que acabamos de descubrir.
Hace menos de un año vino mi hermano desde España a visitarme y a cuidarme (Yo estaba en cama por un accidente en el cual me quemé las dos piernas), y en uno de nuestros tantos momentos juntos, por alguna razón que no recuerdo, tocamos el tema y no se me ocurrió nada mejor que ayudarlo a ver un poco más de lo que el veía en ese momento (culinariamente hablando). Entonces agarré un tomate y le pregunte “¿Qué ves?”, “un tomate” respondió (lógicamente). Saque mi cuchillo tomatero y corté el tomate, dividiéndolo en tres partes: la piel, la carne y el corazón.
Eso, señoras y señores, dejo de ser una simple unidad y pasar a ser un conjunto. Y es que si nos fijamos bien, casos como este hay miles dentro de la cocina.
Pero ver más no es fácil. Y menos fácil es el abrir esa puerta, ya que muchas veces sólo llegamos a ella por pura casualidad o por un simple error.
Según me contaron cuando estudiaba cocina, el tan famoso y rico hojaldre se descubrió por accidente cuando alguien se olvidó de ponerle la manteca al pan. Esta persona, al darse cuenta de su error, estiró la masa, tomó la manteca y comenzó a plegar la masa sobre si misma, envolviendo la manteca en su interior, formando varias capas. Al enviar esta masa al horno la misma fue tomando una forma muy similar a la que hoy por hoy conocemos.
Como dije antes, no es fácil abrir esa puerta. Pero está en cada uno el querer intentar ver un poquito más.
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