El amor debería ser la bandera que todo cocinero tendría que llevar. Porque si hay amor vamos a elegir mejor las materias primas, las vamos a cuidar más en cada uno de los pasos hasta llegar al plato armado, vamos a armar los platos de una manera más atractiva, y hasta garantizo que van a tener un mejor gusto.
Quiero contarles de un compañero que tuve en un restaurant, un amigo. Alejandro Feraud. Ale había empezado a trabajar con nosotros hacia unos días. Mientras cocinaba lo vi que se metía las manos en los bolsillos y hacia como que tiraba algo en la olla. Al preguntarle que hacia el me contesto "le pongo el ingrediente mágico, el amor".
Si bien creo que no es necesario que nos metamos las manos en los bolsillos y hagamos de cuenta que le ponemos algo más a nuestros platos, creo que el mensaje es perfecto. Nuestros platos necesitan amor.
Si se acuerdan, en otra ocasión hable del pan y dije que iba a volver a usarlo "como ejemplo en más de una ocasión". Bueno, esta es esa "ocasión". Más de un cocinero me va a dar la razón si digo que el pan es el ejemplo perfecto para este tema. Eso se debe a que ningún otro producto en la cocina nos va a demostrar tan bien como el pan si le dimos el amor suficiente o no.
Si al pan no lo amasamos bien va a verse rugoso y feo, si no lo cuidamos durante la fermentación se nos va a achatar, si no le ponemos amor al darle la forma va a perder mucho atractivo, si no le prestamos atención cuando esta en el horno se nos quema.
Hacer pan es algo hermoso.
Ver todo ese proceso desde el momento en el cual sacamos los ingredientes de sus respectivos paquetes, hasta llegar al pan recién horneado, con su aroma tan tentador.. es simplemente espectacular. Es alquimia pura. Es magia y es ciencia. Es.. un placer.
Por último, y como una especie de bonus, quiero dejarles algo para que lean. Es algo que escribió mi amiga Silvina Schamir hace un tiempo, y tiene mucho que ver con lo que yo escribí hoy.
Acá lo pueden leer.