Últimamente me di cuenta de cuan poco valoramos nuestras propias vivencias, de como tendemos a pensar que no somos lo suficientemente interesantes como para contar con orgullo lo que fuimos atravesando y viviendo a lo largo de los años. Todo esto no se me vino a la cabeza filosofando por la vida, sino después de ir al cine! Bueno.. las ideas vienen cuando se les da la gana, no es algo que se pueda controlar mucho que digamos. Me fui a ver "la maravillosa vida de Walter Mitty" y salí del cine recordando (o al menos tratando de recordar) los viajes que hice a lo largo de mi vida, desde los más cortos y simples, hasta el último, en el que fui a Europa a ver a mi familia y amigos que viven allá.
Creo que los viajes son algo especial, y sin dudas no invento nada al decir que te cambian la cabeza. Sea por el motivo que sea, el viajar es algo que pega fuerte en la vida de la persona que viaja -y porque no en la de las que aparecen en el medio, en las que podemos ser un punto de cambio en sus vidas sin siquiera proponérnoslo-. En el caso de mi viaje, había tres razones principales para hacerlo (digo principales porque durante los viajes, como en la vida en general, pasan cosas que no están planeadas): la familia (Madrid), los amigos(Roma, París, Londres y Alicante) y las raíces familiares (Asturias y Grebenstein). Bueno, Marrakech fue uno de esos imprevistos no planeados (o al menos no de antemano).
Surgió por propuesta de mi amigo Mariano, que vive en Londres, como un proyecto para hacer algo juntos durante mi estadía en Europa, así que ya manos a la obra y decidido el destino nos pusimos a organizar todo y a ver como concretar el asunto: pasajes, alojamiento y cualquier otro tipo de cosas que se tengan que chequear y averiguar antes de irse a un lugar que uno no conoce.
Mariano pasó unos días a verme por Madrid antes para llenarse bien la panza de comidas típicas españolas de la mano de su amigo chef (yo, CLARO ESTA), y de ahí a Marrakech juntos. Previo al viaje pasamos por el mercado de San Miguel por unas tapas y algo de vino, y por los alrededores de la plaza mayor, pasando después a tomar unos buenos chocolates con churros y porras cerca de la puerta del Sol mas entrada la nochecita.
Ya pisando el aeropuerto de Marrakech y respirando el aire desértico del lugar -acá es donde paro y les aclaro que desde el momento en el que pisan Marruecos hasta el momento en que se van, van a sentir constantemente que los quieren timar o estafar con algo... y no se van a equivocar, es exáctamente así, lo que no le quita lo divertido y lo exótico al viaje- nos pusimos en movimiento para llegar al riad donde nos íbamos a hospedar. Gracias a mi GPS mental y no tanto al GPS telefónico de Mariano, llegamos al lugar.. o algo así. Digamos que las últimas dos cuadras fueron complicadas y debemos haber tardado unos 40 minutos de más por no localizar la calle y la puerta del lugar. Sinceramente creo que a un 007 le habría pasado lo mismo.
Marrakech es por lejos el destino con la cultura más diferente que llegué a conocer hasta ahora, y si bien no puedo hablar tanto del trato que tienen entre ellos mismos, puedo decir que nunca en mi vida me sentí más extranjero como me sentí ahí. Todo es una negociación y todos tratan de obtener algún tipo de ventaja de uno, cosa que realmente me terminó agotando en un punto. La comida era barata en comparación con lo que cuesta en muchos otros lados y es realmente interesante. Entre mis laureles puedo decir que comí couscous en Marruecos, que no es poco. De la misma manera comí codillo de cerdo con chucrut en Alemania, paella negra en Alicante, jamón y todo tipo de quesos hasta por los codos en Madrid y París respectivamente, pulpo, lacón y pimientos de padrón en Galicia, cochinillo en Segovia, comida minera a lo pavote en Minas Gerais, fish & chips en Londres...
Como verán, tengo suerte, y ustedes, si no me equivoco, cierta envidia...
Como verán, tengo suerte, y ustedes, si no me equivoco, cierta envidia...
Pero volvamos a Marruecos, o mas bien a Marrakech. Con Mariano fuimos a comer al mercado, que si bien siempre sentimos que nos habían estafado de alguna manera, visualmente era todo un espectáculo. Pescados fritos, couscous, pollos, kebabs de distintas carnes, verduras de todos los colores. Fue TODA una experiencia. El elegir en que puesto nos sentábamos a comer, los aromas, el humo de las carnes cocinándose al calor de las brazas, la gente, las ropas de color que todo el mundo tenía y una temperatura realmente agradable (más aún considerando que veníamos del frío europeo, y que por mi parte todavía no me había enfrentado los -10º C con nevada de Grebenstein).
Los días comenzaban con un desayuno en la terraza del riad (algo cíclico, porque también terminábamos ahí las noche jugando al "monopoly" o fumando shisha bajo la luz de la luna y las estrellas) con un desayuno que consistía en té de menta, una especia de waffles, miel, manteca, mermelada y pan de pita (o similar), con el Macizo del Atlas y el desierto como fondo de lujo -debo decir que los desayunos son algo muy particular de cada lugar, y me parece que podría escribir algo dedicado SOLAMENTE a los desayunos, pero eso queda para mas adelante-. El día seguía con un jugo de naranja en el mercado, acompañado de largas caminatas (sin exagerar, creo que debemos haber recorrido una gran, GRAN parte de Marrakech a pie), algún almuerzo en los restaurants que están en los alrededores de la plaza, seguir caminando por todos lados, más té de menta, más jugo de naranja, más caminata. más té de menta (si, hubo MUCHO té de menta en esos cinco días).
Ya más por la noche, tras una buena ducha en el riad, volvíamos a los souks por más y para comprar algunos presentes. Pañuelos, teteras, ropa, especias.. Especias. Cerca de medio kilo de pimienta, otro medio kilo de anís estrellado y de canela, un poco de cúrcuma y de comino fueron algunas de mis debilidades, por las que obviamente tuve que regatear (también azafrán en hebras y pimentón en España fueron a parar a la valija). Finalmente volvíamos al mercado o a algún restaurant donde comíamos coucous, tajín, pastilla, harira (sopa de la que Mariano no se podía despegar), ensalada de berenjenas (de la que YO no me podía despegar) u alguna otra cosa. Todas y cada una de ellas memorables.
Ya más por la noche, tras una buena ducha en el riad, volvíamos a los souks por más y para comprar algunos presentes. Pañuelos, teteras, ropa, especias.. Especias. Cerca de medio kilo de pimienta, otro medio kilo de anís estrellado y de canela, un poco de cúrcuma y de comino fueron algunas de mis debilidades, por las que obviamente tuve que regatear (también azafrán en hebras y pimentón en España fueron a parar a la valija). Finalmente volvíamos al mercado o a algún restaurant donde comíamos coucous, tajín, pastilla, harira (sopa de la que Mariano no se podía despegar), ensalada de berenjenas (de la que YO no me podía despegar) u alguna otra cosa. Todas y cada una de ellas memorables.
Me es difícil darle un cierre a esto. Marrakech fue algo especial, y sobre todo particular. El regateo, sus hermosas calles, su gente y mi interacción con ellos, hicieron que fuera un viaje bastante cercano a algo mágico, si es que eso existe, y sin dudas diferente a todo lo antes conocido. Vuelvo a hacer incapié en lo importantes que son los viajes, y en sobre todo el como es de importante dejarse llevar. Hasta el aire que se respira en cada lugar es diferente y llena los pulmones de diferente manera a la habitual.
Si viajan, entréguense a su destino. Sean parte del lugar que visitan, y no se resistan a probar cosas nuevas, porque tal vez nunca mas tengan la oportunidad de volver a hacerlo. Vivan al máximo las experiencias, tanto las buenas como las malas. Más de una intoxicación he tenido en mi vida, y sinceramente sé que las voy a seguir teniendo, porque no pienso quedarme sin probar plato alguno que se me pase por delante. Ojalá ustedes también se animen a todo lo que se les ponga por delante. Comida o no, sepan aprovechar y disfrutar.
Hasta luego y buen viaje.
Si viajan, entréguense a su destino. Sean parte del lugar que visitan, y no se resistan a probar cosas nuevas, porque tal vez nunca mas tengan la oportunidad de volver a hacerlo. Vivan al máximo las experiencias, tanto las buenas como las malas. Más de una intoxicación he tenido en mi vida, y sinceramente sé que las voy a seguir teniendo, porque no pienso quedarme sin probar plato alguno que se me pase por delante. Ojalá ustedes también se animen a todo lo que se les ponga por delante. Comida o no, sepan aprovechar y disfrutar.
Hasta luego y buen viaje.
Genial encontrar la magia! en los viajes y en la vida misma.
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