Anteriormente dije que había momentos mas importantes que los que uno vive sentado en una mesa. Bueno, este que voy a contarles sin duda es uno de ellos. Sin duda es uno de los más importantes de toda mi vida.
Hace unos meses estuve en Europa visitando a mi familia y a algunos amigos que se me fueron yendo para allá a lo largo de mi vida. El primero fue Emiliano, chef en Roma, con quien tuve la suerte de volver a reencontrarme hace unos 6 años (todo el merito es de él). Otro sería Mariano, en Londres, que se fue hace unos 2 años si no mal recuerdo (él no lo sabe, pero su ida me pego realmente fuerte ya que es una de las personas a las que más quiero y es realmente un buen amigo). Por último está Jojo, en París (actualmente en Tailandia), Francés, un gran compañero de trabajo en su momento, y gran amigo como consecuencia de lo primero. A todos ellos los visité. Y con todos aprendí cosas increíbles sobre los lugares donde los visité. Pero no sólo estaban la familia y los amigos en mi lista de ese viaje. En ese viaje también estaban incluidos un par más (sí, dos) que tenían más que ver con las raíces familiares que con otra cosa. Creo que ya hable sobre el viaje a Asturias con mi viejo. De lo que no hable es del viaje a Alemania con mi hermano.
En este momento me estoy tomando un gin tonic que está realmente buenísimo. Podría estar mejor si en lugar de limón lo hubiera hecho con pepino, pero la verdad es que no tengo y a las tres de la mañana no me sería nada fácil conseguirlo. En España son buenos tomadores de gin tonic (sé que en Inglaterra le dicen Gin and Tonic, pero yo sigo la costumbre). Son buenos tomadores, claro. Tienen más de diez tipos de tónicas diferentes, que claramente no están para satisfacer a los críticos del agua tónica, sino a los del gin tonic. Supuestamente la mejor es la Fever Tree, de la cual al menos recuerdo dos o tres tipos diferentes, pero a esta le siguen entre otras la Indian Tonic y la ya conocida Schweppes (DIOS SANTO que difícil es escribir eso!). En Inglaterra se preocupan más del gin, algo que tiene mucho sentido. Pero también se ocupan de CON QUE COSA van a acompañar al gin & tonic, y con QUE me refiero a si le van a poner una rodajita de limón o de pepino o de lo que Dios crea que es mejor dependiendo del gin que usen. En este punto le doy la derecha a los ingleses, ya que con varios gin tonics de por medio logré apreciar cuanta razón tienen. Por ejemplo, un Martin Millers, un Bombay saphire o un Hendrix (incluso me animo a decir que un Tanqueray, que es el que estoy tomando en este momento) van de la mano con el pepino, mientras que un Beefeater o un Bombay dry queda mucho mejor con limón. También tuve la suerte de probar el agraciado G-vine floraison (nos compramos una botella con mi hermano y la liquidamos toda en un mes), el cual iba muy bien con uvas verdes. Esto tiene sentido dado que esta hecho con flores de uvas (verdes, justamente), bayas de enebro y cardamomo.
Pero dejando el gin de lado y volviendo al Alemania les tengo que explicar porqué era tan importante. Dije que tenía que ver con mis raíces (y las de mi hermano, claro), y es que mi abuelo Rodolfo (Rudolph en su idioma nativo) era alemán. Tengo que ser sincero y decirles que yo sabía realmente poco de la vida de mi abuelo hasta hace sólo unos meses. Pero apareció gente hace unos años. Apareció una prima de mi mamá de la que prácticamente (por no decir del todo) no sabíamos nada. Yo al menos no tenía ni la más remota idea de su existencia. Pero apareció. Apareció con su marido y nos contó que la hermana de mi abuelo seguía viva en Chicago, Estados Unidos. La verdad es que me maravilló un poco el saber más sobre mi abuelo, pero no me generó mas que eso. Nunca llegué a conocer a su hermana, y creo que de haberlo hecho ella no se hubiera enterado de absolutamente nada, dado que ya no estaba con todas sus luces. Pero mi hermano y yo si lo estábamos, por lo que decidimos aprovechar mi viaje a Europa para ir en busca del pueblo de mi abuelo.
Hasta donde sabíamos él era oriundo de un pueblo llamado Kassel. Tengo que decirles que la semana previa al viaje a Alemania mi cabeza casi explota por el torrente de información que surgió, de la que yo no tenía idea alguna. Mi madre, por su lado, se encargo de buscar la partida de nacimiento de mi abuelo y mandárnosla por mail. Pero eso no fue lo único, ya que la prima de mi madre también aporto su parte al contarnos por mail lo que había escuchado de su propia madre (la hermana de mi abuelo) sobre la historia de la familia y nos mandó también una dirección en el mismo pueblo de la partida de nacimiento de mi abuelo. Grebenstein.
Hasta donde sabíamos él era oriundo de un pueblo llamado Kassel. Tengo que decirles que la semana previa al viaje a Alemania mi cabeza casi explota por el torrente de información que surgió, de la que yo no tenía idea alguna. Mi madre, por su lado, se encargo de buscar la partida de nacimiento de mi abuelo y mandárnosla por mail. Pero eso no fue lo único, ya que la prima de mi madre también aporto su parte al contarnos por mail lo que había escuchado de su propia madre (la hermana de mi abuelo) sobre la historia de la familia y nos mandó también una dirección en el mismo pueblo de la partida de nacimiento de mi abuelo. Grebenstein.
Cuando con mi hermano viajamos a Alemania, primero pasando por Frankfurt, luego Kassel y por último Grebenstein, nunca nos imaginamos encontrar mucha cosa. En un primer momento nos conformábamos con conocer el pueblo de nuestro galán abuelo y nada más. No eramos muy pretenciosos que digamos. Pero todo nos cayó encima de una manera en la que no lo esperábamos. El primer día en Grebenstein no fue como lo planeábamos (no teníamos mucho plan a decir verdad, pero si lo hubiéramos tenido hubiese sido COMPLETAMENTE DIFERENTE). No fue fácil conseguir alojamiento en Grebenstein. El pueblito sólo tenía un hotel. Fue toda mi culpa y me hago cien por ciento responsable de no haber reservado en ese hotel por internet, pero en mi defensa voy a decir que no esperaba encontrar a nadie buscando una habitación en semejante lugar apartado de toda civilización en medio de la nada. Si, fue un error.
Apenas llegamos en el tren desde Kassel sufrimos la realidad de ese pueblo. Eran las tres de la tarde y no había un sólo lugar donde probar bocado. Bajo ninguna circunstancia pensamos que iba a pasar eso. Sólo teníamos dos pedazos de queso apestoso francés en nuestras mochilas, y cuando digo apestoso me refiero a que era realmente APESTOSO. Lo era al punto de que una vez que conseguimos alojamiento lo dejábamos del lado de afuera de la ventana apoyado en el borde por el maldito olor que impregnaba todo.
El único lugar que encontramos abierto era una casa de waffles regentado por dos portugueses a los cuales se les había dado por ir a vivir al medio de la nada, y de los cuales terminamos muy agradecidos grappas y waffles de por medio. Y por si no lo dije, hacían unos -8°C en ese momento. Resulta que la casa de waffles estaba sobre la misma cuadra donde había vivido mi abuelo, aunque la dirección que teníamos estaba mal. Ni rastros. El hotel estaba cerrado y nuestra única oportunidad, según creíamos, era la de un señor que alquilaba habitaciones. Eso no fue nada bien. El señor sacó a los gritos a mi hermano bajo repetidos "NEIN, NEIN, NEIN!!", que sonaban poco amistosos. Ya en la calle y sólo con la esperanza de que el hotel abriera en algún momento, veo a una señora del otro lado de la calle. Mi razonamiento fue bastante lógico: veo a una señora de unos 65 o 70 años en ese lugar, debe ser oriunda de ahí (si era de Portugal hubiera sido el colmo). Le pregunté si hablaba en inglés, ya que de alemán sólo tengo el pasaporte, y al responder afirmativamente procedí a contarle un poco el motivo de nuestra visita, el apellido de la familia y traté de saber si ella tenía algún tipo de información que nos pudiese ser útil (tengo que decir que por esta acción me gané el titulo de "fucking cremas" por parte de mi hermano y me volví su nuevo ídolo personal).
Resultó que esa señora recordaba el apellido, pero no estaba muy segura de cual era la casa. Nos explicó que el hotel cerraba por la tarde, pero que en eses momento seguramente ya se encontraría abierto. Y tenía razón. Conseguimos habitación en el Deutsche Eiche(con mucha suerte, ya que sólo quedaba una libre, ja) y nos dimos un buen baño caliente. Tengo que decir que el sentir el agua caliente era realmente una bendición luego de haber estado a la intemperie con esas temperaturas (y ya sin grappa en el cuerpo). Pero lo mejor llegó después. La señora volvió a su casa y le comentó lo que había pasado a su marido y él SI SABIA cual era la casa de nuestro abuelo. Ellos volvieron esa misma noche a buscarnos y nos llevaron a verla.
Ese momento fue duro... No sólo vimos la casa de nuestro abuelo, sino que en la base de la puerta había dos piedras clavadas en el piso con los nombres de mis bisabuelos, Bernhard y Else, el campo de concentración nazi al que se los habían llevado y el año en que fueron asesinados. Todavía es duro. En el momento sentí una mezcla de emociones como nunca en mi vida me había pasado. Estaba terriblemente triste, apenado de que alguien haya tenido que vivir algo así, dolido de que me hayan quitado parte de mi familia, de que la asesinaran, rabia e impotencia de saber que sólo puedo ser testigo lejano de todo eso sin poder hacer absolutamente nada por ellos. Los sentí cercanos. Es raro estar llorando por estas dos personas a las que nunca conocí, pero me duele terriblemente. Como dije antes, en ningún momento esperábamos encontrarnos con semejante cosa, y cada uno la digirió a su manera. La mía fue pedir una vela en el hotel y llevársela a esas dos personas tan extrañas y tan cercanas como una especia de que se yo que tan necesario. Nunca los había visto y sin embargo los extrañaba con un dolor que me desgarraba el alma.
Se preguntarán que tiene que ver el pinot gris con todo esto. Bueno, tiene mucho que ver. Esa noche decidimos comer en el hotel con mi hermano y de alguna manera festejar todo lo que nos había pasado. El vino que nos tomamos con la comida estuvo buenísimo, y si bien estuvo seguido de grappas (por parte de él) y de muchos Jägermeister (de mi parte, el protagonista fue el vino que nos tomamos durante la comida. Un grauer burgunder (pinot gris). Voy a ser sincero, si hoy me dan de tomar ese vino no me daría cuenta ni con veinticinco copas, pero recuerdo el nombre y de haber preguntado qué significaba.
Sin duda Alemania fue importante. Sin duda fue el final perfecto para mi viaje por Europa. Y sin duda que lo hice con la persona perfecta. Mi hermano.